viernes, 27 de enero de 2006
LAS OBRAS DEL CLUB
Cuando aquella tarde nos congregamos con Javi en el saloncito del club, el que se localiza a la derecha, según se entra, contiguo a la oficina, que hacía las veces de Dirección, no podía imaginar ni por lo más remoto, con lo que me iba a topar. Sus palabras fueron contundentes. ¡Vamos a empezar las obras del club!
Y así fue. A mi me incumbía la parte de luz y electricidad.
Fue la primera vez en mi vida que me confiaban un proyecto, para el cual tenía asignado una cierta cantidad de dinero. Trabajar conjuntamente con Miguel Valladares, Miguel Ángel Sainz, Nacho y alguno más que en este instante no me acuerdo, fue una delicia.
Se trataba de remozar la sala del fondo, la cual familiarmente denominábamos “El Bar” Y se llamaba así, porque en una de sus paredes, concretamente en la más grande, había un mostrador a modo de bar donde se servían refrescos, chucherias y algunas cosas más. Mostrador por otra parte, rústico confeccionado a base de troncos de madera y repisa del mismo material, que aunque sencillo, resultaba muy funcional. Y por cierto, el referido mostrador no se desechó. Se colocó en una pared contigua y siguió desempeñando su cometido.
Lo primero que había que cambiar eran las lámparas del techo, simultaneando labores con otros gremios; sin luz no se podía trabajar. El diseño tenía que ir en consonancia con el resto de la decoración y por supuesto aprovechando el mobiliario de madera oscura, consistente en mesas bajas y taburetes.
Para las del techo se apostó por unos armazones cuadrados en su base y rectangulares en su altura, recubiertos de tela de saco que colgarían con un cordón oscuro. No eran ninguna maravilla, pero al menos resultaban baratos.
¡Ah! Pero para las paredes…, los apliques de las paredes tenían que tener un tono más señorial. En forma de cuerda de esparto rígida, se construyó la base que iba en contacto con la pared, y la zona que volaba correspondiente a la tulipa se realizó con trozos de caña entrelazados con alambre galvanizado. Toda una modernidad para aquella época.
Los enchufes, estratégicamente situados a lo largo de los rodapiés daban corriente a las lámparas de pie. También había que iluminar la zona propiamente dicha del bar y otras áreas importantes.
Se decidió instalar una techumbre encima de la zona de la barra. La furgoneta de Nico, nos vino de maravilla para ir al campo y transportar los juncos y la madera necesaria para confeccionarla.
Sujetarla costó un poco. A decir verdad, la pared construida con un hormigón a base de piedra, de los que ya no se hacen, se las “traía”. Tuvimos que utilizar clavos disparados con un cartucho de pólvora, para poder introducir los tornillos. Toda una tecnología punta en aquella época. La verdad es que quedó bien.
Pero para bien, las dos obras maestras del proyecto, a saber “La Chimenea” y “El Pelotari”
Eso si que eran dos autenticas obras de arte. Resplandecían con luz propia, aunque algo si les ayudaban nuestras bombillas.
Lentamente, día a día, se veía como iban surgiendo de la nada. Como criaturas con vida propia. Con mimo, con carillo, milímetro a milímetro, como las cosas importantes.
No tuve tiempo de ver como era el proceso de gestación ni su realización, pero lo que si puedo afirmar, es que quedaron perfectamente integradas en el conjunto, juntamente con la decoración de las paredes y otra serie más de detalles. Y siempre he tenido curiosidad por saberlo.
De “La Chimenea” me viene a la cabeza un nombre, pero no me atrevo a citarlo. Tal vez más adelante. Pero del “Pelotari” no creo equivocarme, si afirmo que fue realizado por Iñaki Egaña y su equipo.
Y si es así, insisto en que me gustaría que me refrescara la memoria de aquellos acontecimientos, contándomelo a través de este tablón de anuncios.
Dicho queda.
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